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    A los 35 todos somos expertos en algo (Pero en el fondo no sabemos en qué) El caso Laura

    ¿Cuál es la “cualidad esencial” que forja un oficio, una profesión, un trabajo? Puede parecer obvio, sin embargo en la mayoría de los casos, la desconocemos. Forma tan parte de nosotros que no la vemos. Ella está ahí, permitiéndonos, muchas veces a pesar de nosotros mismos, que seamos expertos en algo, y al aceptarla, ayudemos a muchos.

     

    Hasta los 18 años vamos a la escuela, después es posible que sigamos estudiando una carrera y que a la par también empecemos a trabajar. Si solo estudiamos, a los 25 habremos terminado. Entonces entre los 25 años y los 35, empezamos a trabajar. Puede  ser que en un solo trabajo, una sola empresa, en algunas o en muchas. Puede ser que en el medio hayamos tenido la oportunidad de viajar. Sin embargo, en ese periodo de tiempo hemos tenido diez años en los que nos hemos desarrollado en algo. ¿Pero en qué? Muchas veces cuesta percibir, la cualidad esencial que funciona como el hilo conductor que hace que seamos buenos en algo. La palabra experto nos remite a un oficio definido, una profesión, un “algo concreto”. Y lógico que sabemos qué trabajo somos capaces de hacer relativamente bien que nos permite ganar un sustento por ello. Es cierto, pero aquí nos referimos a una “cualidad”. La cualidad, a veces imperceptible, que sostiene ese trabajo.

     

    El caso Laura

    A los 19 años, después de que su padre terminara una rehabilitación por un accidente de auto, Laura se puso a estudiar turismo, hizo su tesis para lo cual tuvo que foguearse organizando viajes verdaderos a distintos lugares, al tiempo consiguió trabajar en la misma empresa que su prima, que toda su vida se había dedicado a la coordinación de viajes turísticos. A los 25 años, con más de tres años viajando decidió buscar un trabajo con un sueldo fijo que le diera cierta previsión para su vida. Ni bien se lo propuso un amigo la recomienda y empieza a trabajar en una empresa que brindaba servicios de atención al cliente, fue así que durante 3 años trabajó atendiendo los reclamos telefónicos de muchas empresas. Al tercer año, no daba más de los conflictos, le pidió al Universo que por favor la sacara de ese lugar y el Universo la escuchó. Fue así que al cuarto año de su vida laboral consiguió un nuevo trabajo dentro de una empresa en el área de recursos humanos. Pero al poco tiempo, no estaba tan segura de que el universo, ahora con minúscula, la hubiera escuchado. La empresa lanza un programa de calidad con sus distribuidores y necesitaba que alguien de confianza pudiera chequear cómo funcionaba el servicio. Quien sabe por que misteriosa razón ¿A quien eligieron? A Laura.

     

    Pasó el tiempo, el programa de calidad había terminado pero la empresa decide hacer una nueva investigación de seguimiento al programa. ¿A quién designaron?. Así es, Laura fue no solo la encargada de realizar la acción del contacto con los usuarios, sino de definir preguntas, elaborar cuestionarios y muchas tareas más. En cierto sentido se sentía valorada y hasta aceptaba proactivamente que le agregaran tareas…pero en el fondo ella tenía esa extraña sensación de saber bien que la elegían por algo que inevitablemente la hacia volver a una tarea muy parecida a la de los viejos tiempos…

     

    Fue así que al año de haber ingresado, Laura se encontraba realizando casi el mismo trabajo que aquel que detestaba. Recibir muchas quejas del servicio, sus productos y tratar de hacer algo coherente con ellas….Lógico que las quejas no eran hacia ella, todo lo contrario, con algunos distribuidores y clientes hasta había logrado crear un clima de tal confianza y familiaridad que mucho tiempo después seguía recibiendo sus llamados, ahora no para recibir quejas sino para escucharlos contarle sus historias y hasta algunos secretos.

     

    Sin embargo, lo que era claro para toda la empresa, era un increíble misterio para ella. Después de tantos años no podía entender cómo “siendo ella misma”, con el simple hecho de escuchar a los clientes, hacer algún que otro comentario simpático y sobre todo intentar dar respuesta a los problemas, era tan considerada y respetada.

    Trabajo allí seis años. Había cumplido 35 años y era experta. ¿Pero experta en que?

     

    Lo que ella desconocía de ella misma

    Laura decidió estudiar turismo igual que su prima, pero no eligió química, como su primo: ni se le ocurría pensar en estar sola, encerrada haciendo pruebas y mucho menos llena de tubos tan frágiles…Estar clara en lo que “no” quería era un muy buen comienzo. La carrera la ponía inevitablemente en el “contacto con la gente”. Primer punto importante. Sin embargo no eligió medicina, como su otra prima, que implicaba también contacto con la gente, pero de otra manera.

    De las mil diferencias entre una carrera y otra había varios factores pero sólo “una cualidad esencial” en el caso Laura. O preguntado de otra manera, ¿Cuál era la similitud entre la carrera de turismo y que ella se encontrara tan preparada para desempeñarse tan bien en la empresa? Muchos podrían pensar y decir, bueno, su empatía, buen trato, soltura, y una claridad para transmitir información, la misma que volcaba mientras estudiaba su carrera de turismo, que más tarde desplegaría en los viajes que realizaría para su tesis y en su trabajo con su prima. Una mirada superficial nos dejaría conformes con esta explicación, y hasta algunos podrían decir, Laura tenia onda y ya….en cierto sentido era cierto, pero si solo fuera así habría Lauras por todos lados….en la empresa no era lo que creían…

     

    Segundo factor importante: Laura escuchaba, no hacía “como que” escuchaba. Ella, naturalmente, se ponía en el lugar del otro y cuando terminaba de hablar con cada cliente había hecho un pacto silencioso consigo misma: buscaría resolver el problema. Esto que parecía lógico no era lo común, cientos de personas que hacían el mismo trabajo derivaban el problema sabiendo en lo profundo que jamás se resolvería o si se resolvía tardaría una eternidad. Laura sabía que ese trabajo no era su misión en la vida pero tenía un sentido de dignidad y compromiso con ella misma: si estaba en ese lugar haría lo mejor.

     

    Pasar el desierto

    A los 35 Laura empezó a sentir un vacío, que era inexplicable a los ojos de los demás pero bien claro para ella. Necesitaba un cambio pero no un cambio de trabajo, era una transformación que se venía insinuando. Decide dejar la empresa, llama a su prima, y le dice que quería viajar porque necesitaba despejarse y clarificarse. Su prima la invita a Salta, a uno de los tantos viajes que hacía frecuentemente con los contingentes. Lo primero y más sorprendente para ella misma fue su propia actitud durante el viaje, desde que subió al micro no habló con nadie, sólo un poco con su prima que alternaba respondiendo preguntas de los pasajeros. Antes estaba llena de palabras, ahora de silencio. Había “algo” que quería nacer en ella, y con el barullo no lo podría identificar. Las piezas del rompecabezas de su vida estaban todas ahí, pero hasta ahora no se había ocupado de armarlo.Este era el momento. ¿Por que razón habiendo sido tan buena en algo sentía ese vacío existencial? Si le hubiera ido mal hubiera sido mas fácil, pensaba…El viaje de todos era lo mismo de siempre, pero para ella era único. Cada minuto estaba más cerca de “algo”. Llegaron a Salta, y le avisó a su prima que no se sumaría a las excursiones, que tenía suficiente “excursión” hacia ella misma. Cada instante, cada minuto, cada movimiento tenía dos posibilidades, ir hacia “fuera” por curiosidad y dispersarse del objetivo o ir hacia adentro para profundizar en el silencio y tratar de ver qué hacer con su trabajo, qué era lo más importante de su vida.

    Varios días pasaron, en los que ella se iba despidiendo de la versión desactualizada de ella misma. Sentía con más claridad lo que estaba muriendo y sólo le llegaba cierta “fragancia” de lo que le esperaba, pero aún no se visualizaba en algo concreto. Fue un atardecer en la montaña, sola, cuando súbitamente las piezas del rompecabezas se ordenaron solas y en una  imagen apareció su futuro. Esa imagen implicaba un salto, pero hacia ninguna parte, un salto interno.

     

    La “cualidad esencial” de Laura

    De las muchas tareas con las que había tenido que lidiar en sus épocas de viajes turísticos, había una que era clave. Había otros factores importantes, pero una sola cualidad esencial. Era el hilo conductor de sus trabajos y que había permitido, que sin dudar, pudiésemos decir que era experta.

    Su cualidad esencial era el arte de ponerse verdaderamente en el lugar del otro. En su trabajo en turismo había puesto en práctica esta cualidad en infinidad de situaciones. Ante las situaciones adversas y las quejas en simultáneo de muchos pasajeros, daba argumentos rápidos, confiables y de corazón que en un santiamén reestablecían el buen clima grupal. Esa era su cualidad esencial, Laura era experta en esto. Y eso le posibilitó sustentar todos sus trabajos….

     

    Resignificar nuestro oficio

    Muchas veces tiramos todo por la borda. Junto con el sano impulso de querer cambiar nuestro trabajo actual dejamos de lado también nuestro oficio, metemos todo en la misma bolsa. Y es lógico, no podemos discriminar nuestro oficio del “contexto” en el que lo hemos llevado adelante hasta ahora y mucho menos identificar la cualidad esencial que para bien seguirá estando presente, hagamos lo que hagamos.

    Después de un tiempo, ya alejados del contexto de un determinado trabajo que no era para nosotros o que había cumplido un ciclo, empezará a emerger nuevamente nuestro oficio, sustentado en esta cualidad esencial.

     

    Animarse a verse a uno mismo en lo nuevo

    Aquella tarde, decíamos, Laura vio como las piezas se unían. Ella se vio a sí misma, mejor dicho, se animó a verse a si misma en un nuevo oficio, radicalmente nuevo en un sentido pero a la vez absolutamente familiar en otro.

    La imagen apareció súbitamente y no tuvo duda, esa sería su próximo trabajo, no sabía como, cuando, ni donde, pero tenía una certeza total.

    Recuperando el sentido de aquella experiencia de joven en la que tuvo que ayudar a su padre, en la imagen ella estaba con un grupo de gente accidentada y con conflictos a la que ayudaba a repensar su vida y encontrar lo que había de valioso en lo profundo de ellos. Entonces se encontró que su trabajo sería ese, o mejor dicho, ya lo era. No para estar en un consultorio, sino para realizar grupos de auto recuperación mutua. Ella ya no era coordinadora, de viajes, ni   empleada de recursos humanos. Pero miraba hacia atrás y reconocía que si no hubiera pasado por estas experiencias no había forjado un oficio, fortalecido su cualidad esencial y sobre todo tenido la claridad para reconocer lo que buscaba emerger en ella, cuando a su tiempo pasaran los trabajos pero permaneciera ese algo misterioso que hiciere lo que hiciere, fue único. Todo tomaba sentido. Laura ya tenía lo más importante que hacia falta para esta tarea, su cualidad esencial en la que había sustentado todos sus trabajos. Sabía escuchar, responder rápidamente desde la empatía del corazón y mantener un buen clima grupal que facilitara el intercambio. Sorprendida se vio aceptando y agradeciendo sus primeros años en turismo, sus siguientes años en la empresa y hasta tuvo ganas de salir corriendo a agradecerle a tantos pasajeros y clientes que la habían ayudado a forjar un oficio, pero mas aun, a fortalecer su esencia.

    No sabemos si estudio una nueva carrera, era lo de menos, ni tampoco si volvió a Salta, si supimos que ayudó a mucha gente cuando aún tenía 35, animándose a llevar lo mejor de si al mundo.

     

    Alexis G.Ansaldo
    Almamater

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