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    Vacío que abre el camino

    El hecho en sí inquieta menos que la sensación de que será para siempre.

    Porque aún no vislumbramos lo “nuevo” pero vemos ir lo viejo.

    Tapar la contundencia de la incertidumbre con más de lo mismo sólo la acentúa.

    Algo por llegar, sin saber cuándo ni cómo… Desistir a la lucha contra lo inevitable, aceptar que no hay hacia dónde ir, ni qué hacer, permanecer…

    Tiempo de redirección en el que la acción se rinde a la reconección.

    Preguntas más que respuestas.

    Búsqueda esencial de sentido, de porqués. En la tensa espera se prepara lo cierto.

     

    Desierto previo, al cambio verdadero, que quema lo viejo. Vacío que no es vacío.

    Porque el alma se presiente llena de lo que sabe que llegará…

    La quietud se enfrenta con el instinto de salir pero la intuición advierte el peligro de “postergar” lo que imperceptiblemente pulsa por nacer. Permanecer.

    Permanecer en la incomodidad. Frenar las corrientes de atrás. Dejar morir.

    Maduración interna en suspensión atenta, que derriba el pasado, quema interferencias, arrasa lo que parece pero no es, consolidación invisible de la nueva dirección ya definida,aún no percibida.

    De un instante a otro. Fuerza de certeza que da el saber que detrás del desierto, hay una semilla.

    Punto de inflexión, de lo probable a lo posible, de lo habitual a lo nuevo, de la nada surgió todo.

    Vacío enmascarado como derrota, frustración, pérdida, desencanto…

    O inspiración, la de colocarnos con voluntad en la expectante espera de fuerzas concentradas preparándose para dar a luz.

    Y en ese momento, fuera de la lógica del tiempo, el ritmo interior marca la hora, el desierto desaparece y el vacío devela lo que tenía dentro: renovación que abre el camino a la esperanza.

     

    Alexis G.Ansaldo
    El alma importa

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